De un mexicano en Japón. Parte V

Osaka

A casi tres años de haber escrito el último post, alguien me presionó para continuar la narración, cuando comencé con éste blog, lo hice principalmente para preservar memorias, porque mi memoria biológica es bastante hechiza, y es por ello que creo que aún es un buen momento para concluir de escribir tales memorias, con la ayuda de Google, fotos geo-referenciadas y Telegram, hay buen respaldo de información que tan sólo carece de una narración :D.

Decidí pasarme de largo Kioto para hacer base en Osaka, pues me permitía moverme más rápido hacia el poniente y sur, donde hay varias cosas interesantes para visitar. Al llegar, lo primero que visité fue mi hotel cápsula (sí, como los de los reportes periodísticos), parece que son bastantes viejos allá, pero son muy accesibles en precio y tienen un shingo de servicios: El equipaje se guarda en lockers, incluida la ropa y ellos proporcionan pijamas para estar dentro del hotel y toallas, los baños suelen tener jacuzzi y sauna, antes de usarlos uno se tiene que bañar, el hotel proporcionan todos los artículos de limpieza, hasta rastrillos y gel. Eso de estar en los jacuzzi es bastante relajante. Pero los hoteles suelen tener además librerías de manga, spa, un par de computadoras públicas, restaurante, sala de tele y juegos de azar (sin mujerzuelas :/).

Para mirar la tele, uno escoge el canal que quiere escuchar en el sillón, con bocinas powers y voltea la jeta a la tele que coincide.

Lleve lleve sus calzones de respuesto en la recepción o la corbata pal godín gone wild buscando un cambio de look.

Las cápsulas son compactas pero a veces tienen tele o radio, enchufes para cargar, y espejo para la sesión de belleza.

A la izquierda una tlayuda dulce con huevo y esas bolas como de arroz inflado (sabía chido). A la derecha los amados takoyakis.
Osaka es una de las ciudades más grandes de la isla, y es un buen punto para trasladarse, eventualmente decidí también comprar ahí mi cámara semiprofesional, pues tenían una sucursal de las tiendas de electrónica más gigantes en el país, un verdadero paraíso geek. Es por ello que el lector notará una mejora en la calidad de las fotografías, aunque en realidad no sabía usarla y disparaba en automático.



Himeji

Como ya había decidido visitar castillos, leí (y estoy de acuerdo) que el de Himeji era el más bonito de los 12 que no fueron bombardeados, me lancé. Está cerca de Osaka en Shinkansen. Los castillos que había visitado anteriormente fueron fuertemente restaurados, y aunque se ven rústicos por fuera, albergaban dentro museos e instalaciones bastante modernas; no así el de Himeji, es un museo en el que no hay aparadores ni placas, la simplicidad de las estructuras internas, es lo que declama sobre el estilo de vida en su era de uso.

De lejos o de cerca, la vista siempre queda impactada por su imponencia.

Simplicidad.

El castillo ofrece vistas esplendorosas, como de postal, rodeado por vegetación y motivos tradicionalmente japoneses.

Miyajima

Es una islita, y para llegar hay que bajar en la estación de Shinkansen Hiroshima, tomar un tren local y después un ferry, todo eso operado por Japan Rail, por lo que no desembolsé aguacayen extra. No quise dedicar tiempo a Hiroshima y su historia pos-apocalíptica, no era el tipo de energía que quería cargar en ése viaje, me decanté por una interacción más armónica del hombre y la naturaleza, justo lo que Miyajima ejemplifica, y está categorizada como una de las 3 mejores vistas en Japón.

La isla está llena de templos sintoístas y budistas, fue por entonces que descubrí que sólo los primeros tenían puertas Torii, el cruzarlas implica separarse del mundo material y acceder al espiritual. El santuario de Itsukushima y su emblemática Torii gigante, es uno de los lugares más visitados, y sus edificaciones alternan entre el lodo y el mar por debajo de ellas, según el estado de la marea.
El templo, con la Torii sumergida al fondo.

Los templos son antiquísimos, así como el arte presentado en ellos.
Son cheleros. Y les gusta

Había leído que hay vendados silvestres en la isla, pero al llegar me di cuenta que son la identidad de toda la isla, desde tiempos ancestrales. Y resultaron ser muuuy abundantes y amistosos, están acostumbrados al contacto con la gente y hasta buscan cariño y que les digan lindura, muchos de los recuerditos locales los toman en cuenta. La mayoría visible se encuentran a nivel del mar, cerca de los comercios y casas.  Sin embargo Miyajima tiene mucho más que ofrecer, pues ascender a su cumbre más elevada es un proceso cultura/espiritual imperdible, es un recorrido de trekking que se puede extender bastante en diversas direcciones. y con unos 535 m de desnivel vertical. Como entusiasta de las montañas eso me pareció prometedor y empecé a ascender a pie; hay manera de hacerlo por teleférico, pero se me hizo muy pedorro estar ahí y optar por el recorrido que elegiría una gorda de tobogán. El ascenso tiene numerosos templos, cada uno con peculiaridades culturales de la región.


Sé que parece que ve con desdén mi playera de Iron Maiden, pero me dijo que rifaba mucho más que esas moditas del J-pop.

Había un templo con muñecos elegantemente vestidos y rodeados de cultura japonesa, un arte típico de la región. 

Los jardines estaban llenos de sombreros tejidos por abuelitas angustiadas porque sus buditas andaban muy destapados (not).
El ascenso fue más desgastante de los que imaginé, mi mochila se movía demasiado y terminó por dejarme sentidas de nuevo mis love handles, pero una vez que llegué a la cumbre quedé impactado por la vista, la dureza de la luz impidió que la fotografía le hiciera justicia a la vista. Estar rodeado de pequeñas islas, junto a la principal la principal, todo envuelto por una línea azul intenso (el mar) separada de un azul celeste  (el cielo) por una ligera bruma me hizo pensar que la unidad del cuerpo mundano y pesado,(como el mar) y la ligereza del pensamiento y el espíritu (el cielo), no es algo tan difícil de lograr si el entorno lo propicia.


El mapa de templos en la zona de la cumbre, sólo pude visitar los más emblemáticos.
Mi plan original era estar en la islita entre 13.00 y 16.30, para alcanzar el Shinkansen de las 5.30, oí que la marea estaría baja a las 5.30 para poder caminar por la Torii monumental, asumí que no estaría ahí para tal hora, pero no conté con que me iba a quedar embelesado por ése lugar, que en retrospectiva, fue el que más me gustó de los que visité. Al final sólo tuve que emitir otro boleto del Shinkansen para regresar a Osaka.

Resultó que sí pude atravesar la Torii para regresar al mundo sin dejar mi espíritu atrás.
El post anterior se puede ver por acá y el siguiente aquí


Daniel Castillo

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