Sendas Mentales

Desde niño, nunca he tenido una particular habilidad musical, es más, cuando iba en la secundaria creo que mi canción favorita era Truly Madly Deeply (ya se... que gay... que falta de panorama), pero cuando veía la película Fantasía de Disney me parecía una locura, un debraye visual. Hubiera pasado desapercibido de no haber sido por la música, bien elegida, toda ella clásica; ya me dieron ganas de volver a verla.

Me encanta en particular el sonido del violín... sin albur.

Ahora que ya estoy "velludito", mis gustos musicales evolucionaron, por mucho sigo sin ser un músico, pero al menos puedo apreciar mejor tal arte. La música clásica suele ser vista como algo aburrido, claro, en un mundo en el que los reggatoneros y Justin Bieber son los ídolos de las masas la premisa cobra sentido.

Siempre he pensado que para medir algo tiene que ser respecto a una escala universal. En el caso de la música cosas como: la complejidad, el dinamismo rítmico, el virtuosismo requerido, los sentimientos que provoca un género son parámetros que me han orillado a declarar que la clásica es el tope a superar... bajo esa premisa el reggaton es como un -5 y Bieber un 1, si bien les va, de talento musical tiene más el callo del pie de Mozart, que cualquiera de esos "músicos" actuales. No hace falta mucho seso para apreciar las abismales diferencias entre géneros.

Tal vez la manera de concienciar a la gente sobre la grandeza de los clásicos, es presentándolos de manera lúdica. Por eso presento aquí un video que explica algo de la historia de Tchaikovsky y de una de sus piezas que son más emocionantes: La obertura de 1812, que es una obra para conmemorar la victoria rusa después de la invasión napoleónica. Precisamente por ello la pieza esta llena de matices y de gloria. Es totalmente reconocible, pues es la pieza que usaron en la película V de Vendetta para musicalizar (muy apropiadamente) la destrucción del parlamento británico. La explicación que continúa es bastante buena: