Sendas Mentales



La flor gigante en la Recoleta Obviamente, así se ve... cuando estabas estrenando tu primer Smartphone :P.

Hace un par de años estuve de visita en Argentina con un amigo. Llegando a Buenos Aires, nos hospedamos en una zona coquetona, era como la Condesa por acá. En el hostal había buen coto y fraternizamos rápido con algunos colombianos, incluso un día, alguno me dio media botella de vino Gato Negro para desayunar, y no se si fue ilegal, pero iba tomando mi desayuno en la calle. En la calle Murillo (especializada en cosas de piel) pude comprar mi, por años añorada, chamarra de piel con cuello mao; desde entonces, al portarla, me ha granjeado una que otra alabanza y +30% de rockerismo. La ciudad es calmada, pero como en todos lados, si uno le camina encuentra zonas más riesgosas, aún en el Caminito del barrio de Boca, hay de andarse con cierto cuidado. La Recoleta es especialmente agradable, es una zona céntrica con muchas áreas verdes, comercios y arquitectura contrastante, una zona muy turística. Puerto Madero es muy fashion, y a pesar de lo que pensemos por acá, no hay un restaurante con tal nombre por allá, es en realidad el barrio más nuevo de Buenos Aires, solía ser un muelle obsoleto y olvidado, pero se retomó a finales de los años ochentas para hacerlo una zona nice, con corporativos, restaurantes, residencias para los "nuevos ricos" y arquitectura moderna... tipo Santa Feo por acá, pero sin tener que peregrinar para llegar a él. Aún siendo tan exclusivo, uno puede echar un buffet por precio razonable, si le busca :D.

Como soy más eco-turístico que citadino, mi amigo y yo decidimos pasar horas y horas sentados en un camión para conocer la zona norte de Argentina. Fuimos a Iguazú, el punto de la triple frontera (con Brasil y Paraguay), cuenta con una de las cascadas más reconocibles en el mundo y al menos en el lado argentino hay una zona ecoturística coquetona, con curiosos coatíes por todos lados. Imperdible.



Neta había llamas, se ven tiernas pero de cerca se ven más parte-madres... y algunas hasta exhibicionistas son.

De ahí nos fuimos a Salta, una zona andina y remota, que también nos agradó, era rocosa y arenosa, con bonitos paisajes montañeses y llamas. Conseguí alquilar una bicicleta y me fui a dar el rol por la zona cercana. subí un monte para tener la perspectiva:



Me gustan mucho más este tipo de paisajes y clima donde las nubes devoran el horizonte, que aquellos con rascacielos o luminarias en Las Vegas (Un lugar cercano a las Nagas).

Para no sentir frío, mi amigo y yo terminamos, cada quien tomando una botella de vino, cuando se acabaron  (y como ya nos sentíamos pros...),  fui a una tienda a comprar más vino, todo cucho, en tetrapack, me costó como 20 pesos mexicanos y como estaba ebrio le regalé a una niña de la tienda un billete de 50 pesos porque se dieron cuenta de mi mexicanidad, por mi chilango y magnífico acento (eso sí, el canal de las estrellas es nuestro mayor promotor a lo largo del cono sur u_u), de cierta manera, en la provincia, nos veían como quasi-celebridades :O. N'ombre, al otro día descubrí que el vino es del diablo,  me sentía cucho como spaguetti y la comida no me daba asco, pero no sabía a nada, eso de las crudas no es para mi, no se como la gente lo puede buscar voluntariamente cuando se siente deprimida.

Salta es un lugar agradable, pero pudiera ser aún más interesante si tuviera un vehículo todo terreno. Al parecer no soy el único que cree eso porque.... justo la semana pasada hubo algo relacionado con eso en Argentina-Chile-Bolivia. Mañana hablaré de ello.

Como los trayectos en los camiones eran largos y las compañías de camiones siempre buscan algo barato y abundante para dar de comer, nos alimentaban con alfajores, los terminamos odiando, no puedo ver una de esas cosas sin sentir ñáñaras (los recuerdo y se me seca la boca, casi siempre tenían ése efecto), a alguien que fue allá se le ocurrió que sería buena idea regalarme una caja de alfajores ¬¬, de que se hicieran duros en mi casa, a que se los comiera él... mejor me hubiera traído un mate.

Conclusión no tan obvia:

Nadie me regale un alfajor nunca. Me acordé de este viaje por aquello de lo que hablaré mañana, aquí, en su bló de confianza.